Dos trailers

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Iron Man 3 (Estados Unidos, 2013). Dirección: Shane Black.  Guión: Drew Pearce y Shane Black, basado en el comic de Marvel. Producción: Kevin Feige. Elenco: Robert Downey Jr., Gwyneth Paltrow, Don Cheadle, Ben Kingsley, Guy Pearce, Rebecca Hall, James Badge Dale, Jon Favreau, William Sadler, Miguel Ferrer. Duración: 130 minutos

Spring BreakersViviendo al Límite (Estados Unidos, 2012). Dirección: Harmony Korine.  Guión: Harmony Korine. Producción: Jordan Gertner, Chris Hanley, David Zander. Elenco: James Franco, Selena Gomez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson. Distribuidora: Distribution Company. Duración: 94 minutos.

Esta crítica es la historia de dos avances de cine, o mejor dicho de la relación entre los dos avances y la película que promocionan. El primer caso es el de Iron Man 3. Su trailer muestra una película solemne sobre un superhéroe que es humillado por un señor al que le dicen Mandarín –el antagonista clásico de Iron Man según nos dicen los conocedores del mundo de las historietas- y que vencido en una primera batalla tiene que recuperarse (o redimirse) para atacar de nuevo a su rival. La música solemne de fondo la hace parecer un film grave de superhéroes, de esos que parecen decir que quieren contarnos “algo más” que una película de acción y un enfrentamiento entre héroes y villanos. El trailer de Iron Man 3 parece anunciar, en suma, una nueva versión de El Caballero de la Noche asciende, con el –literal- descenso a los infiernos del protagonista, su historia de revancha y dignidad y su seriedad impostada. Pero cuando se ve la película  nada de eso termina siendo así. Iron Man 3 no es solemne sino festiva, con un humor extraordinario que recorre todo el metraje y con un villano que ni siquiera es el que mostraba el avance. En vez de un hombre oriental con anillos y aparentemente místico tenemos un empresario que había aparecido una sola vez en la historieta original y de una manera diametralmente opuesta a como se ve en la película. Mientras tanto el villano místico, la clásica némesis de Iron Man en el universo Marvel, será utilizado como el personaje más cómico del año. Son cosas increíbles que da el mainstream de vez en cuando, sorpresas que nos depara la pantalla cuando uno se piensa que las reglas del mercado están totalmente establecidas. Iron Man 3 subvierte las reglas del sistema desde dentro y con sus propios herramientas y quiebra dos leyes que parecieran sagradas: que cuando se toma un material de base tan popular como lo es una historieta – y más aún ahora que la misma está más popular y más “cool” que nunca- hay que tratar de ser lo más obediente posible a la obra original para no defraudar fanáticos y que los trailers funcionen como resumen de la película. Black y compañía destrozaron la lógica: a los fanáticos se los ignoró por completo y los trailers sólo terminaron siendo una gran farsa –o un gran chiste-. Puede decirse además que este no es el único desconcierto que hace Black, ya que esta película es traidora y farsante desde su título. Iron Man 3 se llama justamente como el traje especial que viste Tony Stark, pero este traje se destruye a la media hora y lo que se ve más adelante es esa armadura en versión destrozada, moviéndose torpemente después de ser sometida a todo tipo de ataques –y yéndose además contra todo lugar común, nunca la veremos reestablecida y más fuerte que antes (1)-. Es más, lo que se ve mayormente en la película es a Tony Stark valiéndose como puede de sus conocimientos de mecánica y después poniéndose todo tipo de armaduras especiales (y casi nunca LA armadura emblemática) para combatir el mal. O sea: Iron Man 3 no es en realidad sobre Iron Man. Pero incluso dentro de la propia estructura de la película parece todo el tiempo armarse para un cosa y después se otra. Iron Man 3 empieza siendo una historia de un superhéroe traumado, después una de amor entre este y Pepper Potts, después a Potts casi no la vemos y todo gira entre la interacción entre Tony Stark y un chico –que es, al mismo tiempo, el clishé del chico abandonado, en busca de padre sustituto algo de lo que la película se burla con un conjunto de chistes brillantes-, pero después Stark deja al chico en mitad del metraje y el largometraje se vuelve primero una película de aventuras con un Tony Stark en clave McGyver y luego una película de acción buddy movie con Don Cheadle. Hacia el final termina siendo una épica llena de efectos especiales y en su epílogo la historia de un Tony Stark que renuncia a ser Iron Man para, al final, decir que quiere volver a serlo.  O sea, es una película oscilante, virtuosa en sus cambios de géneros y con una actuación igualmente virtuosa de un Robert Downey Jr que parece estar siempre entre la parodia y la melancolía, entre la pose autoconsciente y su sufrimiento y heroicidad. Una escena habla a las claras de esta característica de la película y es –al mismo tiempo- su momento más excelso: se trata del espectacular rescate que hace el superhéroe de los pasajeros del avión. Dicho momento parece poner al héroe en un lugar de riesgo notable, que lo vuelve un héroe dueño no sólo de inteligencia sino de hidalguía y temple. Es una escena cargada de adrenalina y no exenta de cierta emotividad. Sin embargo, tras un giro inesperado y audaz el momento deriva en una escena humorística ya que se nos termina revelando que la armadura era manejada por Stark desde la distancia, lo que lo salvaba al protagonista de cualquier riesgo físico. Cuando uno ve esto se entiende que la lógica de Iron Man 3 es la del disfraz, parecer una cosa y ser otra. La lógica es coherente justamente con una mirada política del film, su tendencia a ver que el poder en su totalidad es también a su modo una gran farsa y que cuestiones tan serias como el terrorismo internacional pueden ser una gran puesta en escena (véase el momento breve en el que el villano se fija si el ángulo de la cámara tomará bien la ejecución en vivo del presidente) hecha para hacer negocios. Como Brian De Palma, Shane Black es un creyente de que el disfraz es lo que controla al mundo desde un escenario perverso, y como De Palma, Black cree que la propia película tiene que adaptarse también a esta lógica del disfraz y las apariencias, mimetizarse con un estado del mundo para de alguna manera tratar de entenderlo e ir sacando las capas para ver si se puede llegar  a una verdad.

El segundo avance es el de Spring Breakers, la película de Harmony Korine que ha sido recibida con aplausos en los grandes festivales del mundo y tuvo el privilegio de contar con una hermosa tapa del Cahiers du cinema. Dicho avance nos prepara a mostrarnos una película excesiva, violenta y bestial en la que dos de sus cuatro protagonistas son chicas salidas de la factoría Disney. O sea Spring Breakers ofrece violencia, sexo y morbo. En algún punto no puede decirse que Korine no haya cumplido con el asunto, acá hay todo lo que se anticipa en su avance. Que alguno haya querido más, que se haya esperado a Selena Gomez, por ejemplo, haciendo cosas más terribles es otra historia: al menos una de estas chicas Disney hace cosas bastante excesivas para los parámetros que se ven habitualmente. Ahora bien, que esto se cumpla no implica necesariamente que estemos en las manos de una provocación audaz, o siquiera que haya algo de transgresor en asociar como lo hace esta película a Disney y las novelas adolescentes con lo prohibido, o las chicas del High School Musical con lo sexual. Pensar que hay algo de amoral en la estética Disney, o en el mundo de representación pop y en la figura de Britney Spears no es algo que pueda asombrar o sacar de la estructura a mucha gente. Sin lugar a dudas el clip que hace Korine con el tema Everytime mientras vemos a los delincuentes de la película asaltando y golpeando gente y las chicas bailando en ronda con metralletas en la mano es un hallazgo visual muy gracioso, pero difícilmente sea algo que incomode. Cualquier persona que haya visto algún capítulo de South Park (véase por ejemplo el capítulo The Ring, donde se habla del marketing perverso de los Jonas Brothers y en el que el CEO de la compañía es un Mickey Mouse mafioso) se dará cuenta que las asociaciones del universo infantil y de consumo adolescente con lo siniestro no es precisamente algo que no se haya visto antes y que salirse del universo de caramelo de este mundo para volverlo algo siniestro es un clishé tan grande como un beso bajo la lluvia en una comedia romántica.  Es más: hacer que chicas Disney hagan algo subido de tono es un lugar común tan grosero que hasta un cineasta elemental hasta lo escandaloso como Zach Snyder explotaría este mismo morbo vistiendo a Vanessa Hudchens –también actriz de Spring Breakers dicho sea de paso- de guerrera sexy en la mediocre Sucker Punch (2).

Si, es verdad, Korine no es Snyder y Spring Breakers no es Sucker Punch. Por empezar hay algo de meritorio en Korine en querer arriesgarse a hacer una película cuya narración se ajuste manera tan grosera y autoconsciente a un lenguaje videoclipero y propio de un separador de MTV. El resultado de estas decisiones hace, por ejemplo, que todo tenga el mismo peso: la cristiandad del personaje de Faith es lo mismo que un asalto a una cafetería (algo que Korine, en un lindo hallazgo hay que decirlo, deja prácticamente fuera de campo), un tiroteo filmado de manera seca tiene la misma importancia que chicas diciéndose todo lo que se quieren y esto último tiene la misma importancia que las fiestas y las orgías. A uno le parece incluso que se está viendo todo a partir de los ojos de Candy y Brit, las dos Spring Breakers que terminan revelándose como psicópatas deseosas de vivir en un éxtasis permanente sea esto besando chicos, consumiendo cocaína o asaltando cafés y matando gente como si participaran de un videojuego.

También los fuertes niveles de autoconsciencia y la manera en la que Korine sostienen en el tiempo ciertas escenas hacen que todo se vea tan terriblemente artificial que, en sus mejores momentos, Spring Breakers hace que uno termine desgastado e incómodo ante esa energía impostada de cuerpos con poca ropa mirando a la cámara.  Se ve  bien esto en el clip del principio, suerte de escena fellinesca en clave videoclipera en donde el éxtasis y la pasión es tan demostrativa y exagerada que en vez de contagiarse termina por generar un rechazo fuerte. El problema es que esta sobreestilizacón unida a la amoralidad esencial de la propuesta termina dándole a la película una superficie inofensiva al mismo tiempo que vacua. Al optar porque todo al fin y al cabo sea rabiosamente artificial y en el hecho de que todos los personajes sean lisa y llanamente estereotipos autoconscientes no hay posibilidad de que Korine pueda emitir un juicio medianamente comprometido sobre lo que está narrando. Por decirlo de una manera sencilla ¿quién podría tomarse en serio a alguien como el Alien de James Franco diciendo que lo que vive es “el sueño americano”?. En esa afirmación no hay posicionamiento, ni crítica, ni nada, apenas una frase de películas de “gangstas” que se pudo haber reproducido como el “say hello to my little fella” de Scarface. Hay quienes justamente les gustó esa característica neutra del film, esta idea de no bajar línea ni exponer ningún tipo de juicio sobre el tema. Pero a mí entender la neutralidad no tiene porque ser siempre un valor en sí mismo, y que en ciertos casos exponer juicios sobre algo es también ir por el más que loable camino del riesgo a poder parecer antipático, injusto o bestial. Si Verhoeven, verdadero provocador profesional, hacía películas que irritaban profundamente es porque nunca le tuvo miedo a hacer juicios violentos sobre lo que filmaba. Cuando en Invasión comparaba de manera directa y descarada la estética adolescente y las películas bélicas americanas con los ideales estéticos nazis, o cuando en Bajos Instintos lo ponía al “macho americano” Michael Douglas prácticamente violándose a su novia a consecuencia de la calentura que tenía con Catherine Tremmell estaba diciendo con una frontalidad notable que era lo que pensaba de ciertas representaciones simbólicas americanas y estaba dándole al espectador algo con lo que incomodarse y enojarse. Se podía estar de acuerdo o no, pero su capacidad de tomar un mundo y opinar sobre él le daba a la película un valor extraordinario y también una capacidad para hacer un cine revulsivo y de choque que muy pocos (excepciones excepcionales Jacques Rivette) en su momento llegaron a valorar en su justa medida. Sin llegar a esos niveles de irritabilidad y riesgo, hoy Iron Man 3, en su afán de romper convenciones que parecían imposibles de que el mainstream pueda romper, está mucho más cerca de ser un film realmente subversivo que Spring Breakers. Y es curioso, porque ambas películas están obsesionadas con las representaciones y la falsedad, pero mientras la película de Shane Black especula sobre el daño real que este puede terminar produciendo, en Spring Breakers la cuestión no pasa más que por aquello que muestra su trailer: culos,tetas, luces fluorescentes, poses, un montaje viodeclipero, la reproducción de un mundo de imágenes y consumos, y a lo sumo la presunción de una monstruosidad sobre la que la película sólo se atreve a sospechar. Pero bien mirada, Spring Breakers no es más que una provocación adolescente, una cáscara a la que se le pone mucho brillo y se la pule con gran esmero para dar la impresión de que adentro hay más de lo que se termina ofreciendo, una de esas obras que, como decía Nabokov, hacen que la persona entre a un castillo para que termine siendo sacada de una casita.

Hernán Schell

(1) A propósito de esto, no parece casual que cuando se presente el título de la película en pantalla se opte por poner “Iron Man Three”, todo escrito en letras, y no el mucho más esperable “Iron Man 3”.

(2) acaso por casualidad, em Sucker Punch la chica se llamaba Blondie y en Spring Breakers el personaje de Hudgens (que además está rubia, o sea «blond») se llama Candy.

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